Diálogos Estacionales, Capítulo III

 

Vídeo editado y narrado por Inés Díaz y Quino

Mi voz puede ser la de un ruiseñor 

las cuerdas vocales 

en su tono más tierno y dulce... 

Más que bello sería danzar, trepar

y besar tus montañas en la cima.

Así nos arrullaríamos 

abrazados, entrelazados 

y jugando como niños; 

veríamos cada día 

nuestro amor germinar 

como si fuese la cosecha de trigo... 

el pan recién horneado... 

y como el halo del fuego 

nuestro amor, 

nuestro cuerpo, 

nuestra pasión, 

sería siempre cada día 

de diversa orientación… 

Y nos entregaríamos 

como la lava que abrasa 

el epicentro de nuestro volcán.

(Martiño)   

Ven pronto, no me hagas esperar más, y desborda en mi todos tus deseos más sublimes. Hazme sentir que estoy en el paraíso, tocando casi el cielo, sin necesidad de moverme de mi lecho. Haz que mi dolor y tristeza se desvanezca bajo tu cálido tacto. Dejaré que tomes el control de mi cuerpo, y que me ames a tu manera. Dominaras mis demonios y los pondrás de rodillas ante ti, porque eres tú el hombre a quién amo, el único que hace vibrar mi cuerpo de una loca pasión. Guiaré a tus manos hasta al final de mi eclipse, donde nuestros cuerpos formarán un solo ser. Percibir a tu lengua húmeda y ágil sobre mi rosa encarnada, me provoca mil sensaciones indescriptibles. Eres miel en mi boca, el agua que calma mi sed, el sol de mis atardeceres.  

(Antía)