Perruno Troski




Imagen de la red



Acabada la guerra incivil, el célebre aviador García Morato recibe el encargo de fotografiar para el Catastro Nacional de la provincia de Lugo, y con especial detalle la ciudad del mismo nombre. A bordo de un Peeper-Apache cruzado con Super-Constellation de 938 caballos. Se esmeró este héroe nacional y en más de 938 pasadas a ras de suelo nos dejó para la posteridad un montón de bellas estampas: Lugo al bies, de costado, patas arriba y escarallado, en procesión y en fiesta, y ¿cómo no? bellísimas escenas costumbristas que aún dentro de su canina sencillez ilustran de manera gráfica y harto evidente la profunda familiaridad de sus habitantes. El amor a las bestezuelas se entrevé con conversaciones de pristina claridad donde la ciencia y la alta filosofía van a la par con el amor a la naturaleza. Tanto deleite y tanta paz sobrenatural dejarían patidifuso al mismísimo Francisco de Asís. Desde mi insignificante blog tengo que decir con García Morato: !!Viva el Catastro!!
Pero en el jardín del edén también la madre naturaleza enseña su prosaica y a veces sucia cara en el cuerpo perruno de Troski, un chucho nacido en Castelo y cuyos dueños, afectados por el síndrome de la posmodernidad, debatían con encono la tesis de Francis Fukuyama del final de la Historia y, apoyando esta misma, traían a colocación toda una  triste jerga de aforismos de Cioran. A Troski, que había heredado el nombre del célebre bolchevique, estas cosas le afectaban y, tomándose en serio tales imbecilidades, decidió hacer de su vida un quilombo y se echó a la calle a beneficiarse a toda perra viviente, a ser posible limpia y con pedigree.
En el parque Rosalía de Castro, en los jardines de la Muralla, en las Cuestas del Parque, esta fiera sexual dejó embarazadas a seis mil perras, bicho arriba, bicho abajo. Cundió el pánico. En nuestra ciudad, de la noche a la mañana, toda una generación perruna nació recastada y tirando al padre, que como dice el mejicano: "Troski es guey chingón... el cabronsete", Los bellos jardines versallescos de Lugo languidecieron al faltarles los abonos naturales, pues los dueños de los canes decidieron meter a los perros en el maletero de sus BMV, de un Mercedes o de un Ferrari y llevárselos a San Jenjo, otros a la isla de la Toja, etc... Eso si, los señores de la limpieza descansaron y agradecidos al chingón de Troski, costearon un monumento al lado del aguilucho de la Plaza de Santo Domingo, donde mi buen amigo aparece feliz en una peana, eternamente unido a la perra de su vida, Marylin. Los ecologistas y los lujuriosos riegan con Chanel nº 5 la escultura y el día de San Antonio Lacoeiro los concejales recitan unas estrofas al monumento que así comienzan: ... Nin boa meda, nin bon palleiro...


Quino (Joaquín Lourido)

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