El mercado de los sueños - Episodio iV y último

 


El sueño que regresa


Elías había recorrido el mercado durante muchas noches. Había visto al poeta de los sueños imposibles, a la niña de los fragmentos, al hombre del espejo de sueños colectivos y hasta al vendedor oscuro de las pesadillas y los prohibidos.

Y sin embargo, su búsqueda seguía intacta: quería recuperar aquel sueño de la infancia, el de volar sobre un océano de nubes.

Una última avenida se abrió frente a él. No tenía puestos ni toldos, ni frascos ni cofres. Solo un camino vacío, iluminado por una luz suave que parecía venir de ninguna parte. Al final del sendero, lo esperaba la anciana de ojos de luna, a quien ya había visto una vez en el mercado.

—Has vuelto, Elías —dijo ella con voz serena—. ¿Aún buscas el sueño de volar?

Elías asintió, cansado pero firme.

—Lo he buscado en todas partes y no lo encuentro.

La anciana extendió sus manos vacías.

—Porque no está en un frasco ni en un cofre. Ese sueño no se compra ni se vende. Ese sueño eres tú.

El joven la miró, confundido.

—¿Cómo puedo tenerlo si lo he perdido?

Ella sonrió, y de su palma surgió un soplo de aire.

—Los sueños de la infancia nunca desaparecen. A veces se esconden, esperando a que el corazón tenga el coraje de recordarlos. Cierra los ojos.

Elías obedeció. Y entonces, lo sintió: la ligereza en los pies, el viento en el rostro, el mar de nubes extendiéndose bajo él. Volaba, como cuando era niño. No porque alguien se lo hubiera devuelto, sino porque había recordado cómo hacerlo.

Al abrir los ojos, la anciana ya no estaba. El mercado entero parecía desvanecerse, como un dibujo borrado lentamente. Solo quedaba el eco de su voz:

—Soñar no es escapar de la realidad. Es recordarte a ti mismo quién eres y quién puedes llegar a ser.

Elías despertó en su cama, con el corazón lleno de calma. El mercado había desaparecido, pero en su interior sabía que, cada vez que cerrara los ojos, podía volver allí. Porque el mercado no estaba afuera: siempre había estado en él.

Reflexión

El viaje de Elías nos recuerda que los sueños son un espejo: nos muestran tanto lo que deseamos como lo que tememos. No todos se cumplen, ni todos son agradables, pero todos tienen algo que enseñarnos.

Y quizás la verdad más profunda sea esta: los sueños no se buscan en frascos ni en mercados, sino en el coraje de nuestro propio corazón.


@Joaquín Lourido


Comentarios