La Paz como Derecho Colectivo y Universal

 



La situación en la frontera de Gaza refleja una herida abierta en la conciencia de la humanidad. Mientras millones de personas observan imágenes de sufrimiento y destrucción, parece que olvidamos que la vida humana, sin importar su origen, es sagrada. Lo que vemos no son simples noticias: son familias desarraigadas, niños privados de alimento, personas reducidas a la desesperación.

En pleno siglo XXI, resulta inconcebible que aceptemos pasivamente el uso de la guerra como herramienta política, y más aún, que permitamos que la industria armamentística convierta el dolor humano en negocio. La guerra no solo mata con balas y explosivos; también mata lentamente con hambre, sed, y falta de esperanza.

Es imprescindible que entendamos que la paz no es un privilegio de unos pocos, sino un derecho colectivo de todos los pueblos. La paz no se construye con discursos vacíos, sino con acciones que garanticen dignidad, justicia y respeto mutuo.

Rechazar la barbarie implica rechazar cualquier forma de opresión, venga de donde venga. Implica alzar la voz contra los intereses que priorizan el poder y la ganancia sobre la vida. Significa construir puentes donde hoy hay muros, y reconocer que la seguridad de uno depende de la seguridad de todos.

Nuestra civilización no puede avanzar si aceptamos la destrucción como parte de la normalidad. No podemos resignarnos a vivir en un ciclo eterno de violencia. La verdadera victoria no está en derrotar a un adversario, sino en garantizar que todas las personas puedan vivir libres de miedo, con acceso a lo básico, y con la certeza de que su vida vale lo mismo que la de cualquier otro ser humano.

Es momento de que el mundo despierte y actúe. La paz no se mira desde la distancia: se defiende, se exige y se construye juntos. Solo así podremos decir que hemos aprendido de nuestra historia, y que hemos elegido el amor y la unión por encima de la guerra.


@Joaquín Lourido

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